Fireflies

Saltó a través de la ventana con cuidado de no estropear su hermoso camisón nuevo. Cayó sobre las hermosas violetas del jardín en la oscuridad de la noche. Sacudiéndose los pétalos y la tierra, corrió feliz a la luz de la luna a través del jardín en dirección al estanque, sonriendo por primera vez en todo el día, cabello dorado al viento, ojos brillantes y toda alegría. Por fin, entre los hermosos cerezos en flor, vislumbró las tranquilas aguas de la pequeña extensión de agua. Con la respiración contenida, se arrodilló y esperó ilusionada. Lentamente, poco a poco, una a una, fueron apareciendo en la oscuridad de la noche. Siempre comenzaban en el mismo lugar, el centro de las calmadas aguas, para después extenderse en toda su extensión, componiendo hermosas figuras de doradas luces que extasiaban a la pequeña Diana, quien con los ojos brillantes no perdía detalle de las imposibles formas que las pequeñas lucecitas conformaban. Su imaginación infantil transformaba los pequeños insectos en un reino encantado, en el que dedicaban su danza a ella, la pequeña princesita, sus luminosas funciones. Y Diana sonreía encantada y aplaudía con sus pequeñas manitas, extasiada.
Junto a aquel estanque y su pequeño reino de seres luminosos, donde Diana descubrió el amor algunos veranos más tardes y entregó su primer beso.
Aquel estanque y sus habitantes con los que Diana compartió el día más importante de su vida en el que se entregó al amor verdadero.
Y aquel estanque al que llevó todas las noches de verano a la pequeña Lucía a conocer a su pequeño ejército dorado.

Christie: Capítulo 1, 1ª parte

Christie se miró por última vez en el espejo. "Flequillo...correcto. Cabello liso...correcto. Raya...correcto. Bien, creo que estoy lista". Se enfrentaba a su primer día de Universidad y los nervios aceleraban su corazón. Se despidió con un beso en la mejilla de su madre y de su hermana y corrió hacia la parada del autobús. Era una mañana despejada de septiembre, pero también algo fría. Christie se arrebujó en su chaqueta. Mientras seguía esperando, lanzando miradas desesperadas a su reloj de tanto en tanto, unos chicos se acercaron a la parada.
-¡Eh, tú! ¿Qué narices haces tú sola a estas horas de la mañana? ¿Es que has perdido a tu mamá o algo así?-dijo burlonamente uno de ellos.
Christie sacó el móvil y se colocó los cascos. Segundos después las notas de su canción preferida calmaban sus nervios. Pero un empujón la sacó de sus pensamientos.
-¡Tía! Te he preguntado y quiero que me contestes, o ¿acaso nadie te ha enseñado nunca a hacer caso a tus mayores?
Christie bajó la mirada y se apartó de aquellos imbéciles. Decidió alejarse un rato de la parada hasta que aquellos energúmenos se marchasen. De pronto el autobús que debía coger pasó por su lado. Ya lo había perdido. Maldiciendo entre dientes se alejó calle abajo pensando qué hacer a continuación. Si volvía a casa su madre sin duda se enfadaría. "¡Vaya forma de empezar el primer día de Universidad!" pensó con pesimismo. Pero las cosas se iban a poner peor. Entre los acordes de guitarra de "21 Guns" Christie escuchó unos pasos resonando a su espalda. Los chicos de antes corrían hacía ella con cara de pocos amigos. "¿Y estos qué quieren ahora?" Pero no deseaba quedarse a averiguarlo, así que ella también corrió tratando de encontrar algún callejón por el que escabullirse. Giró en la primera callejuela que encontró y se escondió tras unas cajas amontonadas. El callejón no estaba precisamente limpio, ni podría aparecer en ningún cuento de hadas por su encanto, sino más bien parecía sacado de una escena de cualquier película de drogatas. Christie cada vez se sentía más incómoda y más tonta por haber huido de esa forma. ¡Eran las siete y cuarto de la mañana, por el amor de Dios! "Seguro que habrá más gente por la calle". En el momento en que se disponía a abandonar su escondite, los chicos entraron en la callejuela.
-Seguro que se ha metido por aquí, es imposible que una chica corra tanto.
"¡Mierda!" masculló entre dientes. Miró desesperadamente lado a lado intentando encontrar alguna otra salida. En la parte de atrás del callejón solo había una escalera que llevaba a lo que parecía ser un almacén abandonado. "La puerta tiene un candado del tamaño de un puño, camino cortado". Cuando ya había perdido toda esperanza se percató de la existencia de una pequeña puerta bajo el hueco de las escaleras. Parecía la típica puerta de atrás de alguna casa de las afueras. Perpleja decidió que por probar a ver si estaba abierta no perdía nada, así que se dirigió a ello. "¡Bien! Está abierta". Christie pasó y cerró haciendo el menor ruido posible.
-Menos mal que has llegado.
-¿Perdone?-preguntó Christie perpleja mientras cogía el delantal que una oronda señora mayor le ofrecía.
-Sí, sí, ahora tenemos mucho trabajo. Los chicos volverán en cualquier momento y la comida aún no está lista. Mira que le dije a Julien que no me enviara alguien muy joven, no es por ofender querida, pero sois las más incompetentes...-era increíble el torbellino de palabras que salía de la boca de aquella mujer mientras hacía mil cosas a la vez dando vueltas por lo que era una gran cocina de las antiguas.
-Linda, aviva el fuego anda que me estoy quedando helada y prepara el horno.
Christie alucinada se dispuso a obedecer a aquella extravagante mujer. Al fijarse en sus ropas se percató de que eran realmente extravagantes. Parecía llevar un uniforme de sirvienta sacado de una película inglesa sobre el siglo XIX, y sobre él un delantal cubierto de manchas. Procurando no mancharse los vaqueros de hollín Christie hizo lo que pudo para mantener el fuego encendido. Teniendo en cuenta que no tenía chimenea en casa, tampoco lo quedó tan mal.
-El horno, querida, el horno- le instó la señora, llevándola a empujones frente a un horno de aspecto antiguo.
-Pero si tiene más años que yo...¿no les convendría modernizar un poco el sistema? No sé, ¿comprar un microondas o algo?-ironizó mientras observaba e investigaba el horno, tratando de averiguar su funcionamiento.
-Ains...-con un suspiro de frustración la señor se colocó a su lado-mira qué fácil que es- afirmó sacando una especie de mechero extraño de su bolsillo.
Lo abrió y, para estupor de Christie, de él brotó una pequeña llama que se dirigió, repito, se dirigió flotando hacía un compartimento bajo el horno, que la señora abrió, lleno de leña, donde luego se acurrucó entre ella y un fuego comenzó a crepitar.
-Increíble...-musitó Christie asombrada.
-Para haberte contratado Julien, parece que es la primera vez que vieras un demonio de fuego, querida.
Christie parpadeó varias veces, abriendo y cerrando la boca. "¿Había dicho un demonio? ¿un demonio de fuego?".
-A todo esto, ¿cuál es tu nombre, linda?
-Christi...
-¡Ah! Christina, ya me acuerdo, Julien me lo dijo. Bueno Christina, sal por esa puerta y sube por las escaleras que encontrarás a mano izquierda. Dirígete al comedor y espera allí a que lleguen los chicos y cuando lleguen ofréceles esta bandeja-dijo dándole a Christie una bandeja de lo que parecía ser plata, con cinco copas llenas hasta el borde de un líquido ambar.
-Mu-muy bien...
-¡Apresúrate! Vamos...
Chrisite cerró la puerta como pudo tras de sí y comenzó a ascender las escaleras pensando en la extraña situación en la que parecía haberse metido sin apenas saber cómo. "Debo de estar soñando. Jamás volveré a atiborrarme a Nachos para cenar. Dentro de unos minutos seguramente sonará mi despertador y tendré que levantarme para acudir a mi primer día de universidad". Christie sonrió al pensar en la idea de comenzar a ser más independiente, a estudiar lo que de verdad le gustaba. Cuando alcanzó la cima de las escaleras abrió la puerta y se encontró en un salón, decorado profusamente a la manera medieval: escudos de armas, espadas y tapices decoraban las paredes, una mesa alargada ocupaba el centro de la habitación, rodeada por una veintena de sillas, todas de madera tallada y una chimenea encendida al fondo junto a otra puerta caldeaba el ambiente.


CONTINUARÁ

Saint Valentine's Day

Se acercaba San Valentín y Blanca se emocionaba con solo pensarlo. Era el primero que pasaba en compañía de alguien, de esa persona especial que todo el mundo buscaba y que, parecía, que ella había encontrado. Porque, ¿qué tenía de malo? El chico era majo, atractivo para sus ojos, la hacía estremecer con una sola mirada y ella se derretía con la mínima tierna caricia de sus manos. Ella le amaba y él le correspondía, y aunque, a veces, él cometía fallos tontos de niño pequeño, poco tiempo podía ella permanecer enfadada, tras una disculpa acertada, una lección aprendida y una reconciliación cariñosa. Él le hablaba del futuro, de sus sueños e inquietudes y divagaba sobre futuros hogares y enlaces. Ella solo se conformaba con disfrutar a su lado, esperando secretamente que aquello durase eternamente. Aún recordaba Blanca el día en que conoció a Pablo. Aquel frío día de invierno en el que sus ojos se cruzaron y sus miradas se encontraron. Fue un comienzo de ensueño, de aquellos de los que las películas siempre hablan y que nunca, en el fondo, creemos. Pocas personas de su entorno cercano esperaban que aquella relación se estabilizara y pasara de sus primeros pasos, pero Pablo y Blanca así lo creyeron y llevan ahora juntos un año entero. Lo más probable es que ya se conocieran de antes, puesto que su ciudad era pequeña, pero el caprichoso Destino no quiso que sus almas se reconocieran. ¿Qué más decir de tan deliciosa pareja? Que su tierno amor por muchos años permanezca, tan hermoso, tan delicioso, tan encantador, como aquel 14 de marzo en el que comenzaron este paseo por la vida.

How can you escape from the Paradise? (New Blog)


-Olvida todo lo que sepas sobre ángeles.

-Tampoco sé mucho sobre ellos, abuelo. Aparte de las cosas religiosas y eso...

-Pues de todas formas ¡olvídalo!

-Muy bien, ya está, y ahora ¿qué?

-Ahora ya estás listo para escuchar la historia de Jorge.

-Tu amigo Jorge ¿el hombre que sale en la foto esa del año de la pera?

-En parte sí.

-¿Cómo que en parte? ¡No me irás a decir ahora que no era un hombre!

-¡Tsch! Ahora guarda silencio y escucha...



http://escapefromtheparadise.blogspot.com/

Mi reina de Saba

Hace mucho tiempo que no escribo, puede ser que se deba al estrés de la Universidad, o sólo puede que sea esta la excusa tras la que me quiero esconder. Precisamente ahora que es cuando tengo que comenzar a estudiar en serio, me da por abrirme un tuenti nuevo, exclusivamente para promocionarme como escritora, a continuar este blog, ciertamente dejado de lado, y aunque a pesar de sentirme yo misma diferente, y a sabiendas de que mi forma de pensar, de escribir y de sentir haya cambiado por mis experiencias, espero que os sigan gustando mis historias. Aquí os dejo una historia corta que escribí para mi "querida" asignatura de catalán. Un abrazo.

MI REINA DE SABA

Como cada mañana, cada día de diario, tomé aquel tren. Nunca antes me había parado a fijarme en el resto de personas que compartían aquel trayecto conmigo, siempre pensaba en las mil y una cosas que tendría que hacer al llegar a mi trabajo. Pero aquel día fue diferente. Ella subió en la tercera parada. Al principio, apenas si me fijé en su persona, pero cuando por fin salimos a la superficie, la luz del sol quedó atrapada en su mejilla, en su piel dorada. No era mayor, o al menos no lo aparentaba, su piel era tersa, sin arrugas y parecía serComo cada mañana, cada día de diario, tomé aquel tren. Nunca antes me había parado a fijarme en el resto de personas que compartían aquel trayecto conmigo, siempre pensaba en las mil y una cosas que tendría que hacer al llegar a mi trabajo. Pero aquel día fue diferente. Ella subió en la tercera parada. Al principio, apenas si me fijé en su persona, pero cuando por fin salimos a la superficie, la luz del sol quedó atrapada en su mejilla, en su piel dorada. No era mayor, o al menos no lo aparentaba, su piel era tersa, sin arrugas y parecía ser suave, hasta tal punto de desear acariciarla para comprobarlo. Sus ojos, oscuros, pero con una gran luminosidad y expresividad que te llegaba al alma. Sus cabellos, largos y oscuros, se desparramaban en cascada alrededor de su rostro, casi formando una aureola para tan bello "ángel". Así comenzó mi ingenuo amor por aquella desconocida. Cada día aguardaba aquella parada con ansiedad, deseando poder posar mi mirada sobre su rostro de reina de Saba, y abandonarme a mis fantasías de amor de viejo. Hasta que un día ella faltó a nuestra "cita". Aquel día no conseguí concentrarme en nada de lo que hacía. Aún tardaría un par de semanas antes de que volviera a verla. Nunca podré olvidar su aspecto: en aquella parte de su mejilla donde se formaban unos encantadores hoyuelos al sonreir, estaba recorrida por un gran moratón de color verdoso. Sus bellos ojos estaban inexpresivos, sin vida y con unas profundas y marcadas ojeras bajo ellos. Ya no parecía nunca más una reina como antes, parecía más una muñeca rota que una persona. Esto me encogió el corazón. Días después de aquello, volvió a desaparecer. Esta vez no volvería nunca más...


Ella se convirtió en un número, no uno hermoso, no uno agradable, se convirtió en la víctima número 57 de la violencia de género. Al parecer su pareja, de origen colombiano, no aprobaba su forma de llegar al trabajo, no quería que nadie más posase sus ojos sobre ella, era "suya".

Con gran pesar acudí al entierro. Cuando la gente se marchó, entré al cementerio y me acerqué a su sencilla tumba. "Adios, María mi dulce reina de Saba." susurré acariciando el frío mármol. El aire helado de noviembre barría el cementerio...
 
LA MEUA RENA DE SABA
 
Com cada matí, cada dia de diari, vaig prendre aquell tren. Mai abans m'havia parat a fixar-me en la resta de persones que compartien aquell trajecte amb mi, sempre pensava en les mil i una coses que hauria de fer en arribar al meu treball. Però aquell dia va ser diferent. Ella va pujar en la tercera parada. Al principi, amb prou feines si em vaig fixar en la seva persona, però quan per fi sortim a la superfície, la llum del sol va quedar atrapada en la seva galta, en la seva pell daurada. No era major, o almenys no ho aparentava, la seva pell era *tersa, sense arrugues i semblava ser suau, fins a tal punt de desitjar acariciar-la per comprovar-ho. Els seus ulls, foscos, però amb una gran lluminositat i expressivitat que t'arribava a l'ànima. Els seus cabells, llargs i foscos, es *desparramaban en cascada al voltant del seu rostre, gairebé formant una aurèola per tan bell "àngel". Així va començar el meu ingenu amor per aquella desconeguda. Cada dia esperava aquella parada amb ansietat, desitjant poder posar la meva mirada sobre el seu rostre de reina de *Saba, i abandonar-me a les meves fantasies d'amor de vell. Fins que un dia ella va faltar a la nostra "cita". Aquell dia no vaig aconseguir concentrar-me en gens del que feia. Encara trigaria un parell de setmanes abans que tornés a veure-la. Mai podré oblidar el seu aspecte: en aquella part de la seva galta on es formaven uns encantadors *hoyuelos al *sonreir, estava recorreguda per un gran blau de color verdós. Els seus bells ulls estaven *inexpresivos, sense vida i amb unes profundes i marcades ulleres sota ells. Ja no semblava mai més una reina com abans, semblava més una nina trencada que una persona. Això em va encongir el cor. Dies després d'allò, va tornar a desaparèixer. Aquesta vegada no tornaria mai més...


Ella es va convertir en un nombre, no un de bell, no un d'agradable, es va convertir en la víctima número 57 de la violència de gènere. Pel que sembla la seva parella, d'origen colombià, no aprovava la seva forma d'arribar al treball, no volia que ningú més posés els seus ulls sobre ella, era "seva".

Amb gran pesar vaig acudir a l'enterrament. Quan la gent es va marxar, vaig entrar al cementiri i em vaig apropar a la seva senzilla tomba. "*Adios, María la meva dolça reina de *Saba." vaig murmurar acariciant el fred marbre. L'aire gelat de novembre escombrava el cementiri...

 
Juani W.

La Guardiana de los Dragones

Hace algunos años estaba paseando por el bosque que hay junto a mi casa cuando de repente me encontré lo que parecía una gran piedra blanca. Cuando me acerqué resultó que era igual de alta que mi rodilla y estaba abombada como un huevo. Al ver tal piedra despertó mi curiosidad y fascinación por lo que decidí llevármela, si podía con ella, a casa para estudiarla más detenidamente. Al llegar a mi casa le hice diferentes pruebas hasta que descubrí que se trataba de un huevo gigantesco de un animal desconocido. Por los resultados supuse que se trataba de algún tipo de reptil. Lo dejé en mi laboratorio y fui a acostarme porque ya era muy tarde.”Continuaré mañana” me dije a mí misma. A la mañana siguiente tras desayunar bajé de nuevo al laboratorio y me encontré con los restos de la cáscara del huevo, entonces oí un crujido arriba que parecía venir de la cocina y subí corriendo. Allí me encontré con un gran estropicio y un animal que procederé a describir: era una especie de iguana de un color dorado, muy bello, que refulgía con la luz de la mañana, tenía unas alas muy pequeñas y traslucidas y un pequeño cuerno en el hocico. Este extraño, pero hermoso animal nada más verme se acercó a mi y se empezó a frotar contra mis piernas, como si fuera un gatito y me lamió el pie.”Qué adorable” pensé para mis adentros. Pero... ¿qué era tal extraño ser? Por mucho que busqué y busqué en enciclopedias y en Internet no encontraba ninguna información sobre él lo que supuse que ya estarían extinguidos. Por su aspecto supuse que sería una cría de dragón. Cuando terminé fui a ver que hacía y me lo encontré durmiendo acurrucadito en mi cama pegado a un peluche que tenía de un San Bernardo. Sin querer hice un poco de ruido y el animalito se despertó y empezó a emitir un sonido como un perro cuando gime…Al rato se oyó un inmenso rugido procedente del tejado de mi casa. Cogí al dragoncito y sin pensármelo dos veces subí corriendo al tejado….Y allí encontré una réplica exacta del dragoncito pero en grande, muy grande. Al verme empezó a hablar. Seguramente os parecerá increíble pero así es. Me dijo que si yo había encontrado a la cría y le dije que sí. Al momento nos cogió al animalito y a mí y tras lanzar una llamarada hacía el cielo empezó a volar hacia él sin parar hasta que de pronto aparecimos en otro lugar. Trataré de describiros tan bello paraje: el cielo era del color de la aurora boreal y la tierra era verde, un verde tan intenso que hacía daño a los ojos, también divisé unas grandes cuevas en lo alto de una gran montaña y unos limpios y caudalosos ríos de inigualable belleza. La dragona, supuse que era tal, nos dejó en una de aquellas cuevas. En su interior encontré unos cuantos dragoncitos más que me miraron con curiosidad. La dragona me explicó que había sido elegida por el dragoncito para salvar el mundo de los dragones de la malvada tirana llamada Sacrianna, que se proponía gobernar el mundo de los dragones.Yo me quedé indecisa sin saber que decir hasta que, tras mucho pensar decidí vencer a la bruja mediante un cubo de agua tal y como hizo Dorotea en el Mago de Oz. Me indicaron cuál era el castillo de la bruja y al llegar me la encontré esperando mi llegada. Trató de hechizarme pero la esquivé y cuando se dio la vuelta le eché el cubo de agua encima. La bruja profirió tal chillido que casi me dejó sorda y desapareció transformándose en un charco de agua.Por tal hazaña los dragones me nombraron su protectora y me invitaron a vivir con ellos en tan hermoso lugar a lo que yo accedí de buena gana. Dos años después este mundo necesitaría otra vez mi protección pero esa ya es otra historia....




FIN

Welcome to Halloween Town (FanFic)

Bueno, aquí os dejo una historia que empecé hace cierto tiempo y que aún no he terminado pero que he vuelto a continuarla hace poco. Poco a poco iré colgándola. Espero que os guste ^.^


PRÓLOGO



Érase una vez


Hace mucho tiempo


Es posible que en sueños


Hayáis visto el lugar


Pues la historia tremenda


Que os voy a contar


Ocurrió cuando el mundo era antiguo


Seguro que os habéis preguntado


Las fiestas,


¿De dónde salieron?


Si no,


Ahora vais a saber


Lo que fueron…



Jane corría a toda velocidad hacia el instituto. Era su primer día en su primer año y ya llegaba tarde. La culpa la tenía su hermana mayor, que había acaparado el cuarto de baño durante hora y media. Estuvo a punto de perderse unas cuantas veces antes de, por fin, alcanzar su meta. Eso era lo peor de llegar a una nueva ciudad, el perderse continuamente y la sensación de no pertenecer a ningún sitio. Le había dolido mucho tener que abandonar su ciudad, allí había dejado amigos, muchas de sus cosas que no cabían en el pequeño coche de su madre y… la tumba de Zero. Zero era un cachorro de perro mestizo que recogió de la calle, pero que fue atropellado hacía tan sólo dos meses. Puede que la tristeza que la consumía hubiera sido una de las causas del traslado. Por fin, atravesó las grandes puertas del centro que iba a ser el suyo.



Tras un par de horas de clases, su mente ya volaba entre sus mundos imaginarios. Nunca conseguía concentrarse. Sacó papel y lápiz disimuladamente, y comenzó a realizar bocetos de los personajes de su película favorita: “Pesadilla Antes de Navidad”. Al dibujar a Zero, el perro de la película, no pudo evitar acordarse de su difunto amigo, por lo que arrugó el papel e intentó concentrarse en la lección.



Al salir, su hermana le esperaba en el hall. Era muy guapa, era rubia, tenía el pelo largo y sedoso, con un corte muy actual y unos maravillosos ojos aguamarina; mientras que a ella le había tocado la parte mala de los genes: era alta pero desgarbada, su pelo era de un rubio desvaído y le caía en desordenadas ondulaciones y bucles a su antojo, sin ninguna gracia y sus ojos eran de un marrón ordinario. Tras revolverle el pelo, cosa que le sacaba de quicio, salieron juntas hacia casa. Mientras caminaban, alejándose del instituto, una pequeña figura peluda le llamó la atención.

-Joanna, ve tu a casa, yo tengo que hacer una cosa-le gritó a su hermana mientras corría hacia la parte de atrás del instituto.

Le había parecido ver un perrillo parecido a Zero. Rodeó el instituto y llegó a la parte trasera. No parecía, lo que se dice, un lugar agradable. Todo estaba cubierto de basura y había pintadas por todas las paredes. Pero una cosa llamó su atención. Un pequeño caminito partía de aquel lugar en dirección a un pequeño bosque a lo lejos. Jane decidió ir a investigar.



El bosque era mayor de lo que parecía y la arboleda era tan densa, que apenas dejaba pasar unos rayos de sol, que dejaba el paisaje en penumbra. De pronto, se encontró ante una bifurcación. Jane, se detuvo, pensativa, sin saber por cuál decidirse, hasta que se percató que en el camino de la derecha se sucedían unas pequeñas pisadas, sin duda alguna, caninas. Finalmente escogió este camino. Cuando se disponía a continuar un sonido le sobresaltó y la melodía de Mama de MCR rompió la quietud del bosque. Jane sacó con rapidez el móvil. Sentía que nada debía perturbar aquel extraño bosque. Era su madre. Jane tomó algunas piedras y las colocó, a modo de guía, al comienzo del camino de la derecha, como recordatorio para la próxima vez que viniera. Esperaba poder hacerlo aquella misma tarde.



Jane miraba con melancolía como la lluvia caía a través de la ventana de su habitación. No podía evitarse imaginar al pobre perro de aquella mañana, indefenso ante la lluvia, pero ahora no podía volver allí. Su madre vigilaba la única salida desde su posición en el sofá del salón y con semejante tormenta, lo único que conseguiría sería pescarse un buen resfriado.



“Era de noche y el bosque estaba realmente oscuro. Cada sombra que veía se le antojaba un ser espeluznante, dispuesto a atacarle en cualquier momento. Por fin llegó a la bifurcación que recordaba. Pero ya no se encontraban las piedras que había dejado, en su lugar se hallaba una pequeña marioneta: su cabello era blanco, sus ojos, meros botones y llevaba un vestidito negro, con numerosos costurones y desgarros. La tomó entre sus manos, como para protegerla de los peligros que les acechaban. Continuó por el camino, hasta que una sombra les salió al encuentro. “Estoy soñando” pensó Jane al percatarse de que aquella sombra era…¡Zero! Jane, algo más tranquila y muy feliz de encontrar a su amigo, reanudó el camino, pero algo tiraba de ella hacia atrás. Se giró y vió que era Zero. “¿Qué pasa, Zero?” le preguntó. Se percató de que Zero, ya no era Zero, era un mero esqueleto..."



-¡Zerooooo!-gritó Jane

Unas manos le secaron las lágrimas y le abrazaron con cariño.

-Jane, ¿qué te ocurre?Has tenido un mal sueño?- le preguntó su madre con ternura.

Jane le abrazó con más fuerza.

-Cre-creo que sí…



Al día siguiente, se preparó con esmero: unos vaqueros negros, algo viejos, unas botas fuertes, una sudadera de MCR e introdujo en su mochila una botella de agua, una linterna y una pequeña navaja, regalo de su padre.

-Cariño, no llegues tarde-le gritó su madre mientras bajaba las escaleras.

Aquel día estaba deseando llegar al instituto para salir de él cuanto antes y continuar su exploración, aunque las últimas lluvias habrían convertido el bosque en un lodazal.

En el recreo decidió quedarse en la biblioteca, leyendo algún libro interesante. Escogió uno sobre vampiros y se sentó en el rincón más alejado.

-¡Hola!- exclamó un joven acercándose a la mesa-veo que tu también eres amante de la soledad, ya has descubierto mi escondite-le indicó guiñándole un ojo.

-Esto…yo…lo siento-repuso Jane roja como un tomate, levantándose.

-Pero no te vayas mujer, si quieres podemos compartirlo- le dijo, sentándose junto a ella.

-Si te gusta ese tipo de libros te puedo recomendar un montón…Por cierto me encanta tu sudadera, la mía no es tan guay ni por asomo-dijo señalándose su desgastada sudadera de Iron Maiden.

Jane sonrió.

-Mi nombre es Ordhep-se presentó ofreciéndole la mano.

-Yo soy Jane-se presentó a su vez estrechándole su mano con timidez.

El timbre resonó por todo el edificio, llegando hasta el oculto rincón donde Jane y Ordhep charlaban animadamente.

-Hasta la vista-se despidió el chico con un gesto y una arrebatadora sonrisa.





Jane pasó el resto de la mañana pensando en su encuentro con Ordhep. Aquel chico era realmente simpático, y aunque no era espectacularmente guapo, tenía un gran atractivo, con su pelo graciosamente despeinado y sus cálidos ojos oscuros. Finalmente el timbre le sacó bruscamente de sus ensoñaciones. Guardó las cosas en la mochila y revisó su contenido. Estaba lista. Bajó los escalones de tres en tres, con el corazón latiendo a toda velocidad por la expectación. Ya en la puerta, una figura pareció de pronto frente a ella y chocaron bruscamente, pero alguien le tomó del brazo, antes de tocar el suelo y le ayudó a incorporarse.

-Ya veo que estás impaciente por salir de esta casa de locos-bromeó una voz, ya familiar.

-Lo siento Ordhep, yo…-se disculpó Jane.

De pronto, una idea comenzó a abrirse paso en su mente.

-¿Te gustaría venir a…explorar el bosque…conmigo?-le comentó Jane, algo azorada, señalando hacia el bosquecillo.

-¿Una expedición en busca de algún tesoro perdido? ¿Y en tan buena compañía?-fingió sopesar la idea, mientras Jane se enrojecía más por momentos-¿Cómo podría negarme?-bromeó, ofreciéndole el brazo a Jane.

Jane se agarró a él, algo avergonzada. Mientras caminaban a buen paso en dirección al bosque, Jane tuvo que apretar el paso para avanzar al mismo ritmo que Ordhep. Él era mucho más alto y de mayor envergadura, mientras que Jane parecía una muñeca a su lado. El pensar en esto le hizo recordar la marioneta de su sueño y un escalofrío le recorrió entera.

-¿Tienes frío?-le preguntó Ordhep, observándola de reojo.

-No…no es nada.

Por fin, tras un pequeño paseo, llegaron al punto dónde se había detenido Jane la última vez: la famosa bifurcación. Al percatarse de que era el mismo escenario que en su sueño, Jane se apresuró a comprobar si las piedras que ella colocara, seguían allí. Con un suspiro de alivio, comprobó que así era.

-Bueno, ¿qué camino desea tomar?-le preguntó Ordhep, con un cómico gesto y exagerada cortesía.

-El de la derecha…-dijo Jane en un murmullo.

En ese camino había algo…algo que le atraía. Su corazón se volvió a acelerar cuando comenzaron a caminar por él. Mientras avanzaban, el paisaje cambiaba poco a poco, casi de manera imperceptible. Cuando quisieron darse cuenta, los árboles les rodeaban por todas partes y el sendero había desaparecido.

-¿Qué hacemos ahora?-preguntó Jane, a la vez que pensaba qué habría hecho ella, si no le hubiera dicho nada a Ordhep y hubiera acabado allí ella sola.

Sin duda, le habría dado un ataque de pánico, pero a su lado, se sentía segura y a salvo, sensación extraña para ella, pero que la confortaba en sumo grado.

-Parece que por allí cerca hay un claro. Se ve algo de luz-afirmó Ordhep señalando un punto hacia delante.

Tomando la mano de Jane, se dispuso a avanzar, mientras que a Jane le temblaban las piernas. Era la primera vez que un chico le tomaba la mano con aquella confianza. Pero claro, también tenía que admitir que nunca se había encontrado en una situación cómo aquella. Por fin llegaron a lo que parecía ser un gran remanso de luz en medio de aquella semioscuridad permanente. Un círculo de árboles les rodeaba. El claro estaba cubierto de una hierba, un tanto parduzca y algo embarrizada. Unas pequeñas huellas llamaron la atención a Jane, que se acercó a examinarlas. Sin duda pertenecían al mismo can que la otra vez y parecían desaparecer en el interior de un grueso tronco. Con extrañeza, Jane rodeó el árbol, en busca de su continuación sin éxito. Ordhep mientras tanto examinaba el lugar en busca de un camino que seguir, sin encontrarlo.

-Oye Jane, ¿no te parece que se está levantando algo de niebla? Este sitio me da mala espina…

La voz de Ordhep se perdió en la niebla, ahora profunda, que rodeaba a Jane.

-¡Ordhep! ¡¿Dónde estás?! Sí estás ahí no tiene gracia- gimoteó Jane, bastante asustada, agitando sus brazos en un vano intento de apartar la repentina neblina. Extrañamente era caliente y se pegaba a sus revueltos cabellos. Finalmente Jane se sentó en el suelo, enterrando su rostro entre sus rodillas, sin poder contener el llanto. Todo era culpa suya, por su estúpida curiosidad y sus ansias de explorar…



Cuando despertó, todo era oscuridad a su alrededor. Tardó algunos instantes en comprender que ya había anochecido. La neblina había desaparecido y podía vislumbrar las estrellas. Se incorporó sacudiéndose hojitas y barro como pudo. Al echar un vistazo a su alrededor, se percató de que no todo estaba igual de antes. En la corteza de los árboles de alrededor había unas especies de dibujos, que parecían grabados en la corteza. Aparentaban que en un tiempo pasado, eran de colores vivos, pero que ahora el paso del tiempo había apagado. Se acercó a uno de ellos, en el que desembocaban las pisadas de perro. En este árbol el dibujo parecía ser…un corazón. Algo le atraía hacia él y, casi sin pensarlo, alargó el brazo y rozó lo que parecía ser un picaporte…

De pronto un violento viento se levantó, agitando las copas de todos los árboles y levantando hojitas y ramitas por doquier. Jane despertó del trance y se percató de la situación. Intentó desasirse, pero su mano parecía estar pegada a él. Jane se protegió los ojos con la mano libre. Por fin, todo cesó. Jane respiró tranquila y se pasó la mano por los ojos. Cuando pudo enfocar la vista, observó que todo había cambiado, ya que todos los grabados parecían salpicados de una sustancia rojiza y estaban arañados. Incluido al que se encontraba pegado. Forcejeó durante un rato, hasta que pareció ceder. Jane cayó al suelo. Incorporándose entre maldiciones, observó embobada el agujero que había dejado paso al mover la “puerta”. Una brisa, con un ligero aroma a flores rancias salía de aquella abertura. Con precaución, se acercó con lentitud al agujero, con mucho cuidado de no volver a tocar aquel extraño árbol. Todo se veía oscuro como boca de lobo en su interior. De repente, sin previo aviso, volvió a desatarse toda la furia del vendaval, con tal potencia que lanzó, literalmente, a Jane por el agujero. Ésta gritó conmocionada mientras caía y caía a través de la oscuridad, hasta que el tiempo dejó de tener sentido para ella y la sensación de estar desde siempre cayendo y cayendo inundo su mente y su corazón…



Jane despertó de su ensoñación con brusquedad al caer sobre un montón de basura de penetrante olor. Cuando se recuperó de la caída, se dio cuenta de que eran flores podridas amontonadas lo que había impedido que se matase contra el suelo. A modo de agradecimiento, tomo una de aquellas flores, un pequeño capullo, que parecía menos podrido con los demás y lo guardó en su bolsillo, ya que había extraviado su mochila. Cerró los ojos durante unos instantes para tranquilizarse y poder planear el siguiente paso a seguir. Llegó a la conclusión de que bajo el bosque debía de haber algún tipo de instalación subterránea y que ella había caído por uno de los conductos de ventilación; en su intento de auto convicción de que todo era normal paso por alto los extraños detalles de los grabados de las puertas, de la extraña neblina y del violento vendaval.Decidió finalmente explorar los alrededores en busca de alguna forma de subir hacia la salida. “Pero antes tendré que encontrar a Ordhep”.



Avanzó por un caminito rodeado de árboles pelados y de aspecto escalofriante. Una ligera brisa le alborotaba los cabellos y le traía un olor a podredumbre pesado y denso. Finalmente divisó a lo lejos lo que parecía ser una pequeña población. Conforme se acercaba se percató de que era mayor de lo que parecía. Todas las casas parecían seguir un diseño muy parecido. Se detuvo frente a la mayor de todas ellas. Parecía haber sido hermosa en otro tiempo, antes de que las humedades y la enredadera la hubieran invadido. Apenas conservaba algo de su color original, que parecía haber sido un rojizo muy vivo, ahora cubierto por polvo y suciedad. Un gran reloj ocupaba la parte superior de la casa, pero su cristal estaba roto, y una de las agujas colgaba, inutilizada. También había restos de lo que parecía haber sido un gran cartel de madera. Aún podía leerse algo parecido a Sain…quedan…días. Jane rebuscó entre los restos al pie del edificio. Al hallar los restos restantes y leerlos junto con los que quedaban, Jane se quedó petrificada. “Saint Valentine Town quedan 002 días”. "No…no puede ser…esto es como en Pesadilla Antes de…¡pero si sólo es una película, no es real…!” Jane se sentó en el suelo abrumada. Un lejano rumor la despertó de su estupefacción. Se oían pasos, cientos de pasos, andando al unísono. Algo le decía que tenía que huir, tenía que esconderse, pero el miedo había paralizado cada centímetro de su cuerpo. Una sombra se acercaba a gran velocidad. El corazón de Jane latía a toda velocidad.

-Shhh, tranquilízate o atraeras SU atención. Y créeme, no te gustaría lo que te haría- le susurró la sombra a su oído.

Casi sin apenas esfuerzo, la figura se la echó a su espalda, como si de un fardo se tratara y corrió a toda velocidad hacia el otro lado de la calle, donde entraron en lo que parecía haber sido una pastelería en otro tiempo. Todo estaba cubierto de polvo y telarañas y el cristal del escaparate aparecía translúcido, debido a la suciedad que lo cubría, apenas dejando entrever, lo que parecía una procesión de personas. Se detuvieron frente a la gran casa y, tras unos instantes, se dispersaron. Jane pudo oír como muchas de las puertas en todos los edificios chirriaban al abrirse y los portazos de éstas al cerrarse. Tras un rato de silencio, la figura que le había rescatado, tomó su mano y la condujo a la “trastienda”. Allí encendió una pequeña vela. A su luz Jane descubrió que…su salvador era…¡la marioneta de su sueño! O al menos una chica muy parecida. Era de su altura, con el cabello de un rubio casi blanquecino, los ojos más azules que había visto nunca y llevaba el vestido negro con costurones y desgarrones idénticos al de la marioneta de su sueño. “Al menos no tiene botones en los ojos y parece una persona normal…” Sin embargo, se percató con horror de que, a su espalda, había una peana.

-Tú…tú eres una…-tartamudeó Jane horrorizada.

La chica sonrío con tristeza.

-Mi nombre es Dana. En un principio era una chica como tú, pero ahora…soy “casi” una marioneta, una mera muñeca.

Jane parpadeó varias veces, atónita, intentando comprender.

-¿Qui-quién te ha hecho…?-preguntó al fin.

-Él, el mismo que ha destruido Saint Valentine Town y el resto de ciudades, el mismo que ahora controla a todos sus habitantes y el mismo que controla los poderes del Rey del Mal y lo mantiene prisionero…

-¿Te-te refieres a Jack…Skelleton?-preguntó Jane

-¿Cómo una niña humana como tú puede conocer de la existencia del Rey del Mal?-le preguntó Dana con suspicacia.

-En mi… “mundo”, existe una película que explica la historia de cómo Jack intenta suplantar a Santa Claus y de la ciudad de Halloween Town y…

-¡Esa es una leyenda aquí!-exclamó Dana.

-Entonces… ¿es real? ¿Ocurrió de verdad?-preguntó Jane, confusa.

-Sí, aunque ocurrió hace ya algunos años.

-Y…si entonces esta es la ciudad de San Valentín… ¿por qué esta en este estado?-preguntó Jane pasando un dedo por una estantería llena de polvo- Nunca la habría imaginado de este modo, ni en el día más pesimista-afirmó con ironía.

-Él… ¡Él es el culpable!-exclamó Dana, temblando, con el rostro contraído en una expresión de pura rabia.

-¿Quién es Él?



-Es una larga historia y me temo que tendrá que esperar a otro momento y a un lugar más seguro que éste-susurró Dana.

El crujido de la puerta al abrirse y cerrarse resonó en la trastienda. Una expresión de pánico transformó el rostro de Jane.

-No te preocupes es Romer, pero aún así ten cuidado de no hacer ruido-susurró Dana abriendo con cuidado una puerta oculta.

-¿Quién es Romer?-le susurró Jane a duras penas, mientras corrían con discreción, alejándose hacia un bosquecillo.

-Es…mi hermano-repuso Dana, con una profunda tristeza asomando a sus ojos.

Jane guardó silencio, confusa, sin saber bien qué decir. Ella no podía ni imaginarse qué sentiría, qué se le pasaría por la cabeza si algo parecido le pasase a Joanna. Con delicadeza pasó un brazo por los hombros de la pequeña muñeca, que rompió en sollozos ahogados. Tras un rato, Dana se levantó, secándose con decisión las lágrimas.

-Estar aquí paradas no nos servirá para nada, salvo para que nos atrapen. Debemos encontrar la manera de destruir al tirano y salvar a todas las ciudades. Pero para ello debemos ir a un lugar seguro.-Dana le detuvo con el brazo- Visitaremos a la Resistencia, pero para ello debemos disfrazarte. Así vestida no pasarás desapercibida para sus esbirros.